Partido Comunista de Chile - Regional Iquique

lunes, febrero 11, 2008

Crimenes sin castigo y honor militar

Crímenes sin castigo y honor militar
(Epifanio Flores, en DIARIO 21 de Iquique, del 11 de febrero de 2008)

La madrugada del lunes 11 de febrero de 1974 son asesinados en Pisagua Alberto Yánez Carvajal y Luis Toro Castillo, estos crímenes aún están sin castigo. Los principales responsables aún están en la impunidad. A propósito de la llamada “obediencia debida” y el “honor militar”, traigo a colación los horribles crímenes cometidos por la Caravana de la Muerte en Antofagasta, donde aún se ocultan cobardemente algunos criminales, como uno que está aquí en Iquique en calidad de alta autoridad.
Veamos. La mañana del 18 de octubre de 1973 un helicóptero Puma piloteado por el capitán Emilio Mahotier se posa en la losa del Regimiento de Infantería “Esmeralda” de Antofagasta, colindante a la Escuela de Blindados, dirigida por el coronel Adrián Ortiz Guttman. Tras un reguero de horribles asesinatos perpetrados a su paso y por expresas ordenes de Pinochet, llegaba a esa ciudad el general Sergio Arellano Stark, junto al teniente coronel Sergio Arredondo González, los mayores Pedro Espinoza y Marcelo Moren Brito; los tenientes Armando Fernandez Larios y Juan Chiminelli.
A las 23:30 de esa noche del 18 de octubre de 1973 el jefe del Servicio de Inteligencia de la Escuela de Blindados, teniente Pablo Martínez Latorre, junto al subteniente Gonzalo Santelices Cuevas, llegan hasta la cárcel de esa ciudad y ordenan la entrega de catorce prisioneros políticos aún en estado de proceso. Se trata de Mario Arqueros Silva, gobernador de Tocopilla; Marco de la Vega Rivera, alcalde de Tocopilla; Alexis Valenzuela Flores, regidor de Tocopilla y dirigente de la CUT; Norton Flores Antivilio, asistente social de Soquimich; José García Berríos, dirigente sindical marítimo de Tocopilla; Washington Muñoz Donoso, interventor de la CCU; Dinator Avila Roco, obrero de la oficina Maria Elena; Danilo Moreno Acevedo, chofer de CORFO; Nelson Cuello Álvarez, funcionario de Corfo; Darío Godoy Mancilla, estudiante de 18 años; Luis Alaniz Alvarez, estudiante de periodismo y dirigente de la Federación de Estudiantes de la Universidad del Norte; Miguel Manríquez Díaz, trabajador de Inacesa; Mario Silva Iriarte, abogado y gerente de CORFO; Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, gerente de Inacesa. Todos estos prisioneros son amarrados, vendados y formados a un costado de los camiones militares Reo patente BFU-77 y EI-412 facilitados por el coronel Adrián Ortiz. El teniente Martínez los observa y lee una lista con los nombres para confirmar las identidades y ordena a los soldados que los acompañaban: “Ya, arriba con ellos”. Son tomados violentamente y lanzados al camión sin ningún tipo de miramiento y se dirigen primero a la Escuela de Blindados, donde se les suma un carro de transporte, un tanque anfibio M-113 A-1 y con varios oficiales jóvenes a bordo; recibiendo el teniente Pablo Martínez instrucciones del coronel Adrián Ortiz Guttman. Luego salen de la ciudad dirigidos por el jeep siempre comandado por el teniente Pablo Martínez junto a dos oficiales del general Arellano y se encaminan hacia el desierto hasta llegar a la Cuesta del Way donde los catorce prisioneros son bajados del camión en medio de una espesa camanchaca. De pronto el carro anfibio baja la rampa y la veintena de oficiales salen corriendo y gritando corvo en mano hacia donde están los prisioneros atacándolos sin misericordia. Inmediatamente luego de esta carnicería los prisioneros son baleados con las subametralladoras Thompson que portan los soldados. Luego, el horror prosigue con el traslado de los cuerpos irreconocibles a la morgue de Antofagasta.
Luego la comitiva asesina pasa por Calama dejando 26 prisioneros políticos más asesinados y posteriormente emprende viaje hacia Iquique. En nuestra ciudad este criminal no continuó con su carnicería masiva como en las anteriores ciudades, primero gracias a los reclamos que el general de Antofagasta Joaquin Lagos le hizo al propio Pinochet por los crímenes cometidos por Arellano, pero también porque acá en Iquique el otro criminal, Carlos Forestier, estaba siendo bastante efectivo en materia de asesinatos, ya que ese día en que Sergio Arellano descansa plácidamente en Iquique mientras su comitiva se divierte en el casino de oficiales, se torturaba hasta la muerte al sacerdote Gerardo Poblete.

Epifanio Flores

Partido Comunista de Chile - Comite Regional Iquique

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